martes, 20 de marzo de 2012

EL MIEDO A LO LARGO DE LA HISTORIA




Hace no demasiado tiempo me leí el libro “La historia del miedo”, del historiador francés Jean Delaumeau. Debo decir que “hacer historia” es algo intrínseco al ser humano, se dice que el primer historiador de la historia fue un griego, Heródoto, que vivía en la Grecia Clásica (siglo v a.c.). Desde aquellas siempre se ha tratado de entender y ver que era lo que habían estado haciendo los hombres por los siglos de los siglos, aunque solían ser más bien historias sobre reyes, batallas, hombres de poder… Pero en los años 60 del siglo XX, un grupo de historiadores franceses dio la vuelta a la tortilla y encabezó una serie de estudios muy novedosos que giraban alrededor de la historia de las mentalidades. A partir de ahí se empezó a estudiar al hombre en sociedad, a sus más íntimos desvelos, su vida cotidiana, sus pasiones y por supuesto, dentro de esta nueva forma de hacer historia, aparece la historia del miedo.
 El miedo forma parte de nuestra vida diaria. Esto no ocurre sólo en la actualidad sino que desde el principio de los tiempos el hombre a conseguido sobrevivir como especie por el mero hecho de que siente miedo hacia el peligro. El miedo en sí es un mecanismo de autodefensa.
En primer lugar hay que decir que el miedo siempre ha existido pero durante mucho tiempo, quizá principalmente hasta la Revolución Francesa, el miedo era cosa de “pobres”, por ejemplo Virgilio en La Eneida decía que “el miedo es la evidencia de un nacimiento bajo” y aunque esto ha cambiado bastante, si abrimos cualquier libro de literatura infantil, que en su mayoría se basan en la tradición oral, vemos que el héroe, el personaje que los niños deben imitar o del cual aprender un rol de comportamiento, es el príncipe que derrota al dragón, algo que, por otro lado, no está exento de imprudencia. Es decir las clases altas gozaban del don de la valentía y las clases bajas de la cobardía. Como hemos dicho antes, la Revolución Francesa sería la que diera el heroísmo a los pobres y en el terreno de la literatura poco a poco, el miedo fue ganando su sitio como con las obras de Maupassant (Cuento).
Aunque en el mundo de la literatura escrita el miedo tardo un tiempo en aparecer, en el terreno del arte siempre estuvo presente, no sólo en la tradición oral de la que conocemos poco, sino por ejemplo, el arte románico, que está lleno de esculturas de monstruos, referencias al Apocalipsis, al infierno. Fue la época en la que el miedo tenía un carácter pedagógico: es decir, o te portas bien o sufrirás. El sufrimiento tenía que ver fundamentalmente con dar con los huesos en el infierno y padecer multitud de castigos que reportaban en su mayoría dolor físico.
Es importante comprender que el concepto de miedo, o lo que nos provoca miedo ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, durante la Edad Media lo que daba miedo eran fundamentalmente tres cosas: la peste, el hambre y la guerra. Supongo que a día de hoy la guerra nos sigue dando miedo a todos, no hay nada que ver como se ha desatado el pánico en occidente tras el 11-s, fecha a partir de la cual se han elaborado titulares que hablaban de “El tiempo del terror” o “El mundo en jaque”, pero parece que el hambre y la peste ya no nos afectan demasiado. Por ejemplo, el uso del mostrador en las tiendas para despacharnos, se inventó o ideó precisamente como una barrera al contagio, para evitar que hubiera un contacto directo con los alimentos o incluso entre el tendero y las personas. A día de hoy el concepto de mostrador desaparece de los supermercados o de cualquier tienda y es habitual que toquemos o nos probemos ropa que haya cogido previamente otra persona. Ya no nos asuntan como asustaban en otra época las enfermedades.
El miedo al hambre estaba relacionado también con el miedo a fenómenos naturales como erupciones o estados de sequía, que a menudo se interpretaban como castigos divinos. Muchas romerías de la actualidad provienen de ciertos cultos o cumplimientos a algunos santos para que eviten males de la naturaleza: por ejemplo, en Galicia es típico llevarle huevos a Santa Clara cuando te casas para que no haya falta de agua durante ese año. Si miramos solo nuestro ombligo, durante la II Guerra Mundial, Europa padeció la última gran hambruna, aunque las más fuertes terminaron en el siglo XIX. En España, la postguerra trajo hambre en muchos rincones del país. Quizá debamos pensar en el poco tiempo que ha transcurrido desde que la gente moría de hambre en Europa antes de derrochar agua o comida, y no digamos que el hambre sigue siendo una pesadilla en muchos lugares actuales del planeta.
El miedo a la noche, o la noche como momento donde es más probable que ocurran cosas malas. Es curioso que hoy en día, con la iluminación eléctrica siga siendo un terror bastante habitual. Ya durante el Renacimiento, Thomas Nashe, un autor inglés a camino entre el 1500 y el 1600, escribe la obra, “Los terrores de la noche” en la cual dice textualmente:
cuando un poeta quiere describir cualquier horrible y trágico accidente, para darle más peso y credibilidad empieza con un tono lúgubre diciendo que hacía una noche negra cuando ocurrió, y que la buena luz se había ido totalmente del firmamento.
Si nos vamos un poco más atrás en el tiempo encontramos que Cicerón clasifica entre los hijos de la noche, al miedo, el trabajo, la vejez y la tristeza. Es decir la noche siempre tiene un lado negativo, sobre todo por lo del trabajo.
 O por ejemplo un 25% de las tragedias de Shakespeare se sitúan durante la noche:



MacBeth evoca la mano invisible y sangrante de la noche. El ojo de la noche es negro, como una cuenca vacía (Rey Lear). Bajo su influencia los cementerios se abren y el infierno exhala sus pestilencias. (Hamlet). La noche es anunciadora de muerte (Julio César)

Parece que todo lo malo ocurre durante la noche, que además convertía las ciudades en lugares poco seguros. Hay que tener en cuenta que la primera ciudad Europea que tuvo iluminación nocturna fue París, en el año 1667 y que fue una decisión tomada por el teniente de policía La Reynie y avalada por el rey Luis XIV. Es decir un policía tomó la sabia decisión de que la iluminación ayudaría a luchar contra la delincuencia.

Uno de los miedos más importantes de la sociedad, es el miedo a lo desconocido o diferente. El miedo al extranjero, alguien al cual echarle la culpa es sencillo. Suele ser un miedo colectivo que a lo largo de la historia trajo consigo persecuciones: por ejemplo a herejes, judíos, musulmanes… Como hemos dicho ya, la idea era echarle la culpa al otro. Un hecho muy curioso es el de la “gripe española”, que asoló Europa en época de la Primera Guerra Mundial y que a pesar de su nombre no tuvo un origen español. Durante la Primera Guerra Mundial, España era uno de los pocos países neutrales con lo que se hablaba con total libertad de las devastadoras consecuencias de la gripe y en el resto de Europa, cuyos medios de comunicación estaban censurados por culpa de la guerra, no se hablaba de ello, con lo cual parecía que sólo había víctimas en España.  Por ese motivo nos colgaron el sambenito de la gripe y quedó para la posteridad apodada como “gripe española”. ¡Qué fácil es echarle la culpa a los demás!









miércoles, 14 de marzo de 2012

ALEJANDRO MAGNO


Alejandro Magno fue uno de los personajes más importantes de la historia universal porque a pesar de gobernar tan sólo durante trece años consiguió expandir el mundo griego hasta los límites de la tierra conocida. Fue rey desde el 336 al 323 a.c.
El padre de Alejandro era Filipo II de Macedonia, que para aquellos que no les suene fue el que puso a todo el mundo griego bajo el mando de los macedonios, un reino que limitaba con Grecia. Hay que decir que Filipo II murió asesinado y no pudo conseguir lo que más deseaba en su vida: vencer y anexionarse para sí el imperio persa, que por así decirlo eran los archienemigos de los griegos. El asesinato de Filipo II tiene un transfondo muy oscuro y hay multitud de teorías sobre quién pudo estar detrás del crimen: desde su primera esposa de la cual se había divorciado, hasta los persas o incluso el propio Alejandro que logró acceder bastante pronto al trono.
Las conquistas militares de Alejandro.
Las practicas de guerra de Alejandro eran heredadas de su padre. La genialidad de su ejército venía porque contaba con un poderoso ejército que manejaban una especia de jabalinas de gran tamaño pero también contaba con jinetes, la caballería en la que mediante la técnica del martillo y el yunque acumulaba importantes victorias. La técnica consistía en que los jinetes rodeaban velozmente a las fuerzas enemigas y los hoplitas atacaban por el centro, venciendo con facilidad. Por ejemplo en la batalla de Gaugamala Alejandro contaría con 47000 hombres y Darío (rey persa) con unos  120.000. Alejandro salió victorioso.
Egipto: las primeras batallas que llevo a cabo Alejandro fueron en la costa fenicia, donde logró abrirse camino hacia Egipto. Allí Alejandro fue recibido como un liberador después de haber estado bajo el dominio persa durante más de dos siglos.
Mesopotamia y Babilonia: el imperio persa fue puesto en jaque mate en el año 331 cuando Alejandro vence a Darío en la batalla de Gaugamela que le abrió las puertas de Babilonia, Susa y Persépolis. Se convirtió en dueño y señor del imperio Persa por derecho de conquista.
Alejandro siguió adelante conquistando durante cuatro años el este de Irán con agotadoras batallas y grandes éxitos y posteriormente, desde el año 327 llegó a la India , que se encontraba fragmentada en reinos independientes y enemigos entre sí.  Destaca la batalla que tuvo con Poros, uno de esos reyes, donde Alejandro se enfrentó a elefantes de guerra, algo que jamás habían visto los griegos.
Avanzaron hasta el afluente más oriental del Indo, hasta el río Hifasis, pero tras ocho años de batalla y 18.000 km de marcha y sobre todo, porque lo que había más allá era totalmente desconocido, el ejército se negó a continuar y Alejandro tuvo que dar media vuelta.
Alejandro se instaló en Macedonia, la nueva capital del reino y murió en extrañas circunstancias en el año 323 ac.  La muerte seguramente no fue natural. Hay que decir que con el tiempo Alejandro se fue aproximando cada vez más hacia lo que era un soberano de tipo persa, lo que en resumidas cuentas entendemos hoy como un déspota con connotaciones religiosas. Los macedonios, que seguían teniendo mucho peso en el gobierno, eran más bien de la opinión de que la realeza era uno más entre ellos, y entonces el papel de soberano despótico que practicaba Alejandro no le gustaba a todo el mundo.
Los sucesores de Alejandro difundieron el saber griego a través de tres grandes reinos: el Seléucida, Ptolemaico y Antigónida.  Se entiende como un periodo intermedio entre la muerte de Alejandro y la batalla de Accio donde se produce la muerte de Cleopatra y Marco Antonio en el año 30 a.c.

lunes, 5 de marzo de 2012

EL CALENDARIO SOLAR


Todos sabemos que la humanidad no podría subsistir sin medir el paso del tiempo pero no siempre se ha medido de la mismas manera. Tradicionalmente el calendario era de tipo lunar y todo se establecía en función de las fases de la luna. Pero como la necesidad agudiza al ingenio pronto se vio que era necesario tener un calendario más complejo. Hay que decir que el primer calendario solar lo conocemos por los egipcios y data del tercer milenio antes de cristo. Lo tuvieron que “generar” porque era necesario para ellos saber en que meses del año se producían las crecidas del Nilo y con el calendario solar esta predicción por meses era más sencilla.
El calendario solar se adaptó perfectamente en el pueblo romano. Entre sus particularidades era que el año comenzaba a finales de marzo para poder planificar las batallas que se llevarían a cabo a partir de ese momento. Fue en el siglo II ac cuando pasó a ser el uno de enero el primer día del año. También hay que decir que muchas veces no se cumplía a rajatabla, por ejemplo, como se establecía de año en año en ocasiones se atrasaban o cambiaban las fechas en función de el cobro de ciertos impuestos o de la permanencia de ciertas personalidades públicas.
Pero como no había una norma muy consolidad Julio César estableció el conocido como calendario juliano en el año 45 ac encargándolo a un prestigioso astrónomo procedente de Alejandría llamado Sosígenes que calculó el año solar como 365 días y 6 horas, algo muy parecido a la realidad. En ese calendario los años contaban 365 pero cada 4 años se añadía un día más, que tras haber quitado días a febrero para ponérselos a Julio y a Agosto (en honor a los emperadores deberían ser de mayor duración), pues este día extra cada cuatro años se le otorgaba a febrero.
Sería en el año 1582 cuando el papa Gregorio XIII establece el sistema actual, que es el calendario gregoriano. El fin principal era ajustar la fecha de celebración de la Pascua, que por diferentes desfases se estaba atrasando a lo acordado en el concilio de Nicea.
El calendario gregoriano adelanta medio minuto cada año, lo que significa que en 3300 años adelantará un día completo.

viernes, 2 de marzo de 2012

LA VOLTA PORTUGUESA Y EL TRATADO DE TORDESILLAS


Es para muchos conocidos que desde que Portugal y España se dedicaron a navegar hacia el sur de África decidieron repartirse el mundo en dos, una parte para cada uno, como si de un pastel de cumpleaños se tratase. La primera vez esta partición se ratificó en el famoso tratado de AlcaÇovas-Toledo, donde se solucionó por un lado la cuestión dinástica de Castilla, yendo a parar el trono a manos de la famosa Isabel La católica, y marginando de sus derechos a Juana, la única hija de Enrique IV, así como que Portugal renunció a unirse por medio de linaje con la corona castellana. En el tema de reparto de tierra, Portugal se quedaba con todo lo que había al norte de las Islas Canarias y Castilla, al Sur de estas. Claro está que por aquella época todavía no había llegado Colon y su descubrimiento de América. Estamos en 1474.
Cuando Colon descubre América y se entrevé que aquello puede ser grandioso, los monarcas castellanos empezaron a frotarse las manos y los portugueses se pusieron a reclamar lo que decían que era de ellos, según el tratado del que hablábamos antes. Como no se ponían de acuerdo, puesto que los españoles alegaban que el viaje había sido hacia el oeste y no hacia el sur, lo pusieron en manos de la Iglesia, es decir, el papado, que en aquel entonces tenía a un español al frente, Rodrigo Borgia, conocido como Alejandro VI. Un primer intento de acuerdo dividía el mundo de oeste a este, siendo el oeste para castellanos y el este para portugueses. No conformes los portugueses con este acuerdo, hubo que mover la línea de separación un poco más hacía el oeste, cortando aproximadamente por la frontera de lo que conocemos hoy como el Brasil actual. Entonces los portugueses sí firmaron el tratado y todos tan contentos. Fue en torno al año 1494.
La cuestión es, ¿por qué los portugueses aceptaron tan rápido la firma del nuevo tratado justo cuando se movió la franja de separación un poco más hacia el oeste? Si hubieran aceptado las coordenadas de la primera división, no hubieran obtenido tierra en América. ¿Quizá sabían en una fecha tan temprana que allí había algo? Bien, pues hay una teoría que parece demostrarlo y que tiene que ver con la forma de navegar que llevaron a la práctica los expertos marineros portugueses desde que bajaban a África.
Desde el principio los Portugueses desearon bordear África para llegar a las Indias. El plan de la época era buscar un paso que no supusiera ir por el Mediterráneo. La primera barrera que franquearon fue el Cabo Bojador, muy cerca de las Canarias. Hasta ese momento se creía que una vez se cruzaba ya no podías regresar, se creía que era el punto y final de la tierra habitable (en aquel momento todavía se pensaba que la tierra era plana aunque ya dentro del mundo de los marineros se sospechaba que era redonda). Una vez superado el Cabo Bojador el descenso al sur de África fue más sencillo para los Portugueses. Lo que hacían eran bajar aprovechando los fuertes vientos Elíseos, luego para regresar (realizar la volta) debían adentrarse hacia el oeste y localizar la corriente de vientos que los impulsaría hacia el norte. Es decir, hacían un gran giro o “volta” aprovechando su conocimiento de las corrientes de aire del planeta (algo que aprovecharían cuando llevasen a cabo el famoso galeón de Manila). Entonces al realizar la “volta” y adentrarse hasta el oeste, se puede suponer que avistarían tierra, la zona que hoy pertenece a la costa de Brasil, antes de que Colon llegase a América. Es solo una suposición pero quizá los portugueses conociesen la existencia de Brasil alrededor de 1490.