Hace no demasiado tiempo me leí
el libro “La historia del miedo”, del historiador francés Jean Delaumeau. Debo
decir que “hacer historia” es algo intrínseco al ser humano, se dice que el
primer historiador de la historia fue un griego, Heródoto, que vivía en la
Grecia Clásica (siglo v a.c.). Desde aquellas siempre se ha tratado de entender
y ver que era lo que habían estado haciendo los hombres por los siglos de los
siglos, aunque solían ser más bien historias sobre reyes, batallas, hombres de
poder… Pero en los años 60 del siglo XX, un grupo de historiadores franceses
dio la vuelta a la tortilla y encabezó una serie de estudios muy novedosos que
giraban alrededor de la historia de las mentalidades. A partir de ahí se empezó
a estudiar al hombre en sociedad, a sus más íntimos desvelos, su vida
cotidiana, sus pasiones y por supuesto, dentro de esta nueva forma de hacer historia,
aparece la historia del miedo.
El miedo forma parte de nuestra vida diaria. Esto no ocurre
sólo en la actualidad sino que desde el principio de los tiempos el hombre a
conseguido sobrevivir como especie por el mero hecho de que siente miedo hacia
el peligro. El miedo en sí es un mecanismo de autodefensa.
En primer lugar hay que decir que
el miedo siempre ha existido pero durante mucho tiempo, quizá principalmente
hasta la Revolución Francesa, el miedo era cosa de “pobres”, por ejemplo
Virgilio en La Eneida decía que “el miedo es la evidencia de un nacimiento
bajo” y aunque esto ha cambiado bastante, si abrimos cualquier libro de
literatura infantil, que en su mayoría se basan en la tradición oral, vemos que
el héroe, el personaje que los niños deben imitar o del cual aprender un rol de
comportamiento, es el príncipe que derrota al dragón, algo que, por otro lado,
no está exento de imprudencia. Es decir las clases altas gozaban del don de la
valentía y las clases bajas de la cobardía. Como hemos dicho antes, la
Revolución Francesa sería la que diera el heroísmo a los pobres y en el terreno
de la literatura poco a poco, el miedo fue ganando su sitio como con las obras
de Maupassant (Cuento).
Aunque en el mundo de la
literatura escrita el miedo tardo un tiempo en aparecer, en el terreno del arte
siempre estuvo presente, no sólo en la tradición oral de la que conocemos poco,
sino por ejemplo, el arte románico, que está lleno de esculturas de monstruos,
referencias al Apocalipsis, al infierno. Fue la época en la que el miedo tenía
un carácter pedagógico: es decir, o te portas bien o sufrirás. El sufrimiento
tenía que ver fundamentalmente con dar con los huesos en el infierno y padecer
multitud de castigos que reportaban en su mayoría dolor físico.
Es importante comprender que el
concepto de miedo, o lo que nos provoca miedo ha ido cambiando a lo largo del
tiempo. Por ejemplo, durante la Edad Media lo que daba miedo eran
fundamentalmente tres cosas: la peste, el hambre y la guerra. Supongo que a día
de hoy la guerra nos sigue dando miedo a todos, no hay nada que ver como se ha
desatado el pánico en occidente tras el 11-s, fecha a partir de la cual se han
elaborado titulares que hablaban de “El tiempo del terror” o “El mundo en
jaque”, pero parece que el hambre y la peste ya no nos afectan demasiado. Por
ejemplo, el uso del mostrador en las tiendas para despacharnos, se inventó o
ideó precisamente como una barrera al contagio, para evitar que hubiera un
contacto directo con los alimentos o incluso entre el tendero y las personas. A
día de hoy el concepto de mostrador desaparece de los supermercados o de
cualquier tienda y es habitual que toquemos o nos probemos ropa que haya cogido
previamente otra persona. Ya no nos asuntan como asustaban en otra época las
enfermedades.
El
miedo al hambre estaba relacionado también con el miedo a fenómenos naturales
como erupciones o estados de sequía, que a menudo se interpretaban como
castigos divinos. Muchas romerías de la actualidad provienen de ciertos cultos
o cumplimientos a algunos santos para que eviten males de la naturaleza: por
ejemplo, en Galicia es típico llevarle huevos a Santa Clara cuando te casas
para que no haya falta de agua durante ese año. Si miramos solo nuestro
ombligo, durante la II Guerra Mundial, Europa padeció la última gran hambruna,
aunque las más fuertes terminaron en el siglo XIX. En España, la postguerra
trajo hambre en muchos rincones del país. Quizá debamos pensar en el poco
tiempo que ha transcurrido desde que la gente moría de hambre en Europa antes
de derrochar agua o comida, y no digamos que el hambre sigue siendo una
pesadilla en muchos lugares actuales del planeta.
El miedo a la
noche, o la noche como momento donde es más probable que ocurran cosas malas.
Es curioso que hoy en día, con la iluminación eléctrica siga siendo un terror
bastante habitual. Ya durante el Renacimiento, Thomas Nashe, un autor inglés a
camino entre el 1500 y el 1600, escribe la obra, “Los terrores de la noche” en
la cual dice textualmente:
cuando un poeta quiere describir cualquier horrible y trágico
accidente, para darle más peso y credibilidad empieza con un tono lúgubre
diciendo que hacía una noche negra cuando ocurrió, y que la buena luz se había
ido totalmente del firmamento.
Si nos vamos un poco más atrás en el tiempo encontramos que Cicerón clasifica entre
los hijos de la noche, al miedo, el trabajo, la vejez y la tristeza. Es decir
la noche siempre tiene un lado negativo, sobre todo por lo del trabajo.
O por ejemplo
un 25% de las tragedias de Shakespeare se sitúan durante la noche:
MacBeth
evoca “la mano
invisible y sangrante de la noche”. “El ojo
de la noche es negro, como una cuenca vacía” (Rey Lear). “Bajo su influencia los cementerios se abren y el infierno exhala
sus pestilencias”.
(Hamlet). “La
noche es anunciadora de muerte” (Julio César)
Parece que todo lo malo ocurre durante la noche, que
además convertía las ciudades en lugares poco seguros. Hay que tener en cuenta
que la primera ciudad Europea que tuvo iluminación nocturna fue París, en el
año 1667 y que fue una decisión tomada por el teniente de policía La Reynie y
avalada por el rey Luis XIV. Es decir un policía tomó la sabia decisión de que
la iluminación ayudaría a luchar contra la delincuencia.
Uno de los miedos más importantes de la sociedad, es
el miedo a lo desconocido o diferente. El miedo al extranjero, alguien al cual
echarle la culpa es sencillo. Suele ser un miedo colectivo que a lo largo de la
historia trajo consigo persecuciones: por ejemplo a herejes, judíos, musulmanes…
Como hemos dicho ya, la idea era echarle la culpa al otro. Un hecho muy curioso
es el de la “gripe española”, que asoló Europa en época de la Primera Guerra
Mundial y que a pesar de su nombre no tuvo un origen español. Durante la
Primera Guerra Mundial, España era uno de los pocos países neutrales con lo que
se hablaba con total libertad de las devastadoras consecuencias de la gripe y
en el resto de Europa, cuyos medios de comunicación estaban censurados por culpa
de la guerra, no se hablaba de ello, con lo cual parecía que sólo había víctimas
en España. Por ese motivo nos
colgaron el sambenito de la gripe y
quedó para la posteridad apodada como “gripe española”. ¡Qué fácil es echarle
la culpa a los demás!